31/8/14

Llegó el momento de saber

Un dolor de cabeza que retrasa y amontona. Tuve la opción y lo dejé de lado. Dejé pasar un día más. 
Compañía y canciones que preparar. Bolígrafos a punto y un cerebro que exprimir. 

Los días llegan a su fin. Actividades y actividades, todas para adelante construyendo un futuro nuevo, mi futuro. Aquí estoy yo, tomando el mando y consiguiendo mis objetivos.
Pero tenías que volver a lo mismo. Tenías que devolverme al pasado con esas preguntas que ni siquiera tú quieres formular. Preguntas que simplemente no respondo, pero que me hacen querer desaparecer, esconder la cabeza tras mis manos y empequeñecer hasta convertirme en polvo que el viento se lleve.
Incomodidad multiplicada por signos de interrogación que nunca deberían salir a la luz. Hay maneras y maneras, pero es que las tuyas no son normales. Igual que mis actitudes matinales, tus preguntas deberían quedar en el silencio. Los interrogantes son lo único que obtengo y como devolución solo unas respuestas claras y tajantes.

Al menos llegaste tú y me salvaste de todo aquello. Llegaron tus ojos y tus caricias. Llegó tu voz y tus palabras. Las que me hacen reír y olvidar el resto. Lástima que esas horas se hicieran tan cortas, pero al menos ya sé por dónde empezar. Por otro rato a solas dejando pasar el tiempo frente a nosotras.

28/8/14

Entre locuras andamos

Llevo todo el día esperando este momento. Las palabras han ido cambiando en mi cabeza pero el sentido sigue siendo el mismo. Andando y andando. En medio de la calle, en medio de la nada. Escuchando mis pensamientos mientras la música me relajaba. Me han entrado ganas de romper el móvil contra el suelo. Me han entrado ganas de llorar. Me han entrado ganas de buscarte.

Se supone que la decisión está tomada. Ya he elegido. El problema es que no sé cómo seguir. Esto es nuevo para mí. No sé qué hacer ni cómo actuar. No sé cómo avanzar. Buscaba algo. Al fin dejé de lado lo que tiraba de mí por ti. Quise estar contigo aunque eso me alejara de la compañía que antes anhelaba. Me dio igual el resto. Te quería a ti. Estuve esperando impaciente esa llamada durante horas. Mirando el móvil como una tonta. Hasta que llegó.
Esperé impaciente tu respuesta. Me indigné y la tonalidad tierna se escuchó a unos pasos. De nuevo sonreí. De nuevo te me adelantaste y de nuevo quise más tiempo. Llegué sonriendo y así seguí hasta que el mundo se volvió a reír de mí.

Me encantó de nuevo y quise más, pero no de esa manera. Quise algo nuevo, un gesto, una caricia, un beso. Pero no hubo beso. Mejor dicho, no hubo ese beso. ¿En qué cabeza cabe tal pueril destino?
Mi rechazo continuo, mi indecisión infundada. Mis enormes deseos de cambiarme de lugar y mi voz interna martilleándome sin descanso.
Llegó el momento y me tocó. Lo había estado esperando durante mucho tiempo y a la vez quería evitarlo. ¿Por qué? Por el simple hecho de que todo lo anterior no podía compararse al ahora. Al momento, al leve tacto entre nosotras que me llevó a las puertas de algo que nunca antes había sentido. 

Palabras que no quiero explicar por el enfado que siento ante algo que ya no quiero. Algo que insiste en reírse de mí. Algo que no se da cuenta de que prefiero mil veces un helado a otra mirada perdida.

24/8/14

Hora muerta

Me mata por dentro. El exceso de horas me arrebata las ganas de sonreír y de ser feliz. No son solo opiniones, sino gestos y decisiones. El nudo angustioso que mi garganta siente viene acompañado de las entrañas que gritan por salir, por tomar el aire. Las paredes me aprisionan entre tantos golpes y gritos. Entre tantas preguntas que me nego a responder por falta de aire. Entre tantas interrupciones. No tenéis derecho. No tenéis derecho de provocar más lágrimas. Nadie os dio el derecho para tratarme así, para hacerme sentir así. Vacío y sin nada, con un único nudo que me impide gritar de rabia.
Ni siquiera tengo la fuerza suficiente para seguir derramando lágrimas, Me las habéis gastado, como todo lo demás. Habéis gastado mis lágrimas, mis ganas, mi futuro, mi felicidad. Todo lo habéis gastado. Y lo mejor de todo es que al final la culpable seré yo. Y si no, tiempo al tiempo.

23/8/14

Aficiones de moda

Es solo un segundo, el siguiente latido, la reacción instintiva entre tu cuerpo y el mío. Tus palabras, las mías. 

Falta espacio para tanto. Falta cuerpo, falta tiempo, faltas tú. Faltan ganas y desesperación. Falta un momento, el idóneo. La alegría de unos papeles, de unas horas, del triunfo. El triunfo oculto, el que nadie conoce, el que valoran palabras perdidas entre suspiros de esperanza. La ausencia de algo, de alguien. De lo nuevo que está por llegar, que ha llegado y ha huído. Que espera volver. Que espera esperar. 
Momentos idóneos en lugares y tiempos desubicados. Detalles determinantes, gestos o palabras que aclaran. Aclaran los motivos, los pensamientos profundos y sinceros. Los que se sueltan en escasos arrebatos de ira. Pero que llevan la única sinceridad visible ante los ojos de unos desconocidos.
Fui valiente, fui necesaria. Fui triunfadora en una época que quedó atrás justo antes de que empezara a ser quién soy, de que me dejara llevar. Ahora me queda el papel que desempeñar, el de siempre, el de quedar atrás, el de apoyar y organizar. El de hacer feliz a los demás, el de estar detrás empujando para justo abandonar en el momento preciso, en el momento en el que el empujón final me haga dar un paso atrás y dejar a los demás avanzar. 
No me siento a destacar, pero creo que ya no quiero hacerlo. He aprendido a valorar que un pilar no es la puerta ni el tejado, pero algo necesario para que las casas vayan mejor.

19/8/14

Abrumación de gente

Un respiro, solo eso. Solo esto. Una tarde a solas escuchando cómo el mundo gira mientras yo descanso. Necesito parar. Las personas, mi futuro, el de los demás, mi sueño, mis ganas de disfrutar este momento. Necesito aire. Me ahogo. Necesito espacio. Necesito pensar.
Necesito recordar quién soy, qué quiero. Necesito establecer mis preferencias para orientar mi futuro. Necesito elegir el camino que me lleve a mi sueño, a mi pasión.
Necesito dejar de pensar. Dejar de organizar, de tomar decisiones, de responder, de dejarme llevar. Necesito parar. Necesito un poco de espacio, que me dejeis de atosigar.
Quiero dejar la mente en blanco, sentarme y observar. Contemplar cómo se suceden los momentos. Quedarme embobada viendo una realidad sin artificios. Por un momento necesito oír mi respiración, sentarme en un mundo desierto y dejar pasar el tiempo.

En la playa

Música celestial. Va y viene, lentamente. Respiro. El aroma me endulza los pulmones. Bromas familiares. Una familia feliz, sonriente, que interrumpe con su imperfección la perfección de las olas. La irregularidad divina que constantemente acaricia la arena, masajeándola, esculpiéndola para que el sol medio escondido la endurezca en infinidad de formas.
La musicalidad de las olas entra por mis oídos y me devuelve a la pureza de aquel río. Entre montañas y árboles la barca avanza, sin apenas ruido. La barca avanza sola entre ruinas antiguas y bellezas romanas. El mundo se intuye a través de las montañas que poco a poco van alejándose de mí. Los problemas y las decisiones quedan allí. Aquí, el agua apacible solo lleva armonía, silencios interrumpidos por la espuma que intenta avanzar sin descanso.

Lo intenta. Fracasa. Lo vuelve a intentar. Vuelve a fracasar. Pero no se rinde, nunca lo hará. Luchará hasta el final, hasta que no quede nada. Aunque la realidad le ponga obstáculos imposibles, ella seguirá luchando a sabiendas de que nunca llegará hasta aquí, pero orgullosa de haber dado todo lo que tenía. De forma lenta y constante, gastando energías, pero sin rendirse jamás.
Como la roca gris que el mar insiste en derribar. Ella persiste y no deja que la muevan. Solo se desgasta poco a poco hasta llegar al final, pero sin dejarse caer por las adversidadesde este mar desconocido.

Este mar de rincones insospechados que ni si quiera su creador llegará a conocer. Este mar del que podemos alimentarnos. Este mar que no se deja domar por la condición humana y que ha llevado a tantos a la demencia y a la tristeza de una realidad incomprensible y llena de barrancos y tiburones.
Este mar del que solo hay que disfrutar. Hay que oler y escuchar, sentir y navegar. Pero comprender su incomprensión y dejarse llevar por las mareas que se presentan equivale al hundimiento. Solo los fuertes oleajes deben desequilibrar el barco. Dirigir nuestro barco y disfrutar del paisaje en vez de obsesionarnos con conocer todos los rincones del horizonte.

18/8/14

Yo tambien

Me pasé la parada. Sin darme cuenta, a punto de llegar al final. Me la pasé. Estaba tan feliz de haber dado el paso, tan feliz de que tu respuesta hubiera sido tan imprevisible que me la pasé. Esperaba un sí o un no, pero no una breve risa que te pusiera a mi nivel.
Me haces feliz. Me hace feliz tu compañía. Viajas a cientos y cientos de kilómetros por encima de mí y me das esperanza. Me das risa, me das sorpresas.

Recuerdo el segundo en el que desperté de mi ensoñación y vi que me había olvidado del camino. Fue cómico y lo adoré. Lo adoré como ahora te adoro. Como adoro tu compañía cada vez que vuelves a este lugar tan aburrido y estresante. Pero vuelves, y no me imagino un mundo en el que no lo hiceras. No me imagino un mundo sin ti, sin nuestra secreta afición por la pantalla, sin el mundo al que me has llevado, sin mi recuerdo de la infancia junto a ti.
Sin esa foto tan tremendamente horrorsa que guardo como oro en paño junto a tus te quiero. Junto a tus ojos claros, junto a la entrometida que nos separó y junto a la que nos volvió a unir.

No me imagino un mundo sin verte ni tenerte. No me imagino sobrevivir a todo lo que la vida me ha impuesto sin tu ayuda. Sin tus palabras y opiniones.
Nunca me habría imaginado seguir aquí, tan feliz y serena, tan viva y valiente. Nunca me habría imaginado seguir hoy día respirando si la vida no te hubiera puesto en mi camino de forma tan contundente. Sin ti, me habría equivocado de salto.

Carpetas entrometidas

Me sentía estúpida. Cada vez que te veía y nadie respondía. Cada vez que pensaba en ti, en lo que pasamos, en lo que recuerdo. Ese único instante que recuerdo. Cada vez que lo hacía me sentía más estúpida que la vez anterior. Te recordaba y sonreía. Luego dejaba de sonreír pensando en que yo era la única que recordaba, la única que sentía, la única que se sigue preguntando qué es de tu vida. 
¿Cómo te van las cosas? ¿Quién te hace reír y quién llorar? La única que recordaba lo importante que fuiste para mí, porque hoy día todavía siento cosquilleos cuando canto esa canción. Imaginando que estás ahí, a mi lado, recostada en mi hombro y sintiéndote reconfortada.

Me sentía estúpida pensando que para ti yo no era nada, solo un vago recuerdo de la que fue tu infancia. Pero ahora me siento más estúpida aún. Me siento imbécil y egoísta por pensar que era yo la única que sufría por esa pérdida.

Me ha vuelto a pasar. Me he vuelto a encerrar en mi dolor creyendo ingenuamente que solo era yo la que sentía esa amistad y que solo era yo la que con una triste sonrisa recordaba las risas y los abrazos. El cariño y la aceptación que nunca te pedí y que me ofreciste intuyendo mis sentimientos. ¿Pero qué iba a saber yo con todo lo que rondaba tu hogar? Con toda la ausencia que tu hogar escucha ahora.

Nuestros caminos se cruzan y ambas miramos sin querer ver, creyendo que aún hay una leve mecha de aquiello que nunca acabó. Porque no hubo punto y final, nadie lo puso. Y ahora comprendo que mi diotez solo me ha cegado ante la evidencia de una ruptura en el aire. Una ruptura que yo quise obviar y olvidar, pero que tú sientes tanto como yo hace unos años.
¿Qué nos ha pasado? ¿Qué me ha pasado a mí? Éramos amigas y un estúpido error con culpabilidad superflua nos ha llevado a esto. A efímeras miradas y a preguntas a terceros que nunca deberían haber estado ahí.

Momentos de ira

¿Que por qué creo en ti? ¿Que por qué hago creer a los demás que creo en ti? Para poder gritar y berrear en mi interior con la excusa de gritar a alguien. Con la excusa de reafirmar mi cordura sabiendo que eres tú el que me escucha.
Estoy cansada de que cada cargante segundo de descanso que puedo tener para respirar se convierta en rabia, en segundos perdiendo fuerza al apretar los puños por no golpear el hogar.
Esto solo me aporta comodidades y años. La vejez de mi alma supera con creces la juventyd de mi rostro.
Mi alma insiste en tirar del resto del cuerpo, pero éste se acomoda. Se acomoda a los demás, miento por causas evidentes y se retuerce de angustia entre palabras ensordecedoras y caricias ausentes.
Eres el ser más despreciable e hipócrita de los que conozco. El ser más cobarde y mentiroso de los que no conozco. Eres el culpable de mis desgracias  y efímeras ilusiones. El autor de mi existencia. De mis males y mis bienes. De los males y de los bienes. ¿Pero sabes lo peor? Que no existes, pero medio mundo insiste en aparentar lo contrario.

Eufemismos a pares

Y porque sí y porque sí y porque sí. Que tengo veinte años ya. Que he aguantado bastantes veces tu opinión. Que por tu culpa y por tus opiniones estoy aquí, perdiendo el tiempo ante un seguro y dejando todo lo que me llena de verdad. Lo que me hace feliz. Que por tu culpa sigo estas reglas y reprimo todo lo que me gusta. Que todo lo que me hace feliz está a mil kilómetros por tu culpa. Por tus cabezonerías, por tu vida de caballo amaestrado.
Estoy harta de ti y de tu manera de manejarme. A ver si te enteras de que nunca seré lo que tú quieres. Nunca. Porque aunque impidas que sea feliz a cada paso que doy, juro que no te daré la satisfacción de ser la perfecta. Porque yo no soy así.
No me dejarás ser feliz, pero tampoco me cambiarás. Por mi empeño que no dejaré que me conviertas en esa niña sumisa que he sido a lo largo de toda mi vida. Por mi persistencia que a partir de ahora seré yo misma, sin sentirme mal por ello y aunque te pese.
Y ahora más tiempo perdido escribiendo, como si me sobrara, como si tuviera cientos de días por delante.

Te odio. Lo juro. Te odio con toda mi alma por hacerme sentir así. Por hacerme creer que es malo sentirme feliz. Por hacer que cada atisbo de felicidad sean horas y horas maldiciéndome por pensar y actuar como no debería. Porque vivir para esto es más estúpido que tocar el fuego.
¿Harta? Que va. ¿Por qué? Si solo estoy hasta la punta de la nariz de la gente que no me deja estar tranquila. Ni siquiera puedo encerrarme. Estoy ocupada. ¿Y qué? Los enanos tienen que entrar y yo como soy tan inteligente, entro y te llamo. Me da igual cómo estés. Me da igual la vergüenza que vas a pasar. Porque qué más vergüenza que yo, una desviada que ahora puede y ahora no puede con los niños. Sin escrúpulos ni dedos de frente. 
La única manera que creí para despejarme sin escuchar vuestras miradas y se quemó en el aire. Se fue la tarde y tu vergüenza.

¿Para qué una habitación tan grande si no tengo un mísero milímetro cuadrado de espacio para mí? Iros de una vez. O mejor, haced que me vaya. Lo haré yo sola si me dejáis. Será lo mejor para todos. Nadie tendrá que saber que iba a ser la bastarda y confundida que aparecía solo en navidades por cumplir con su deber.
Como os odio. Nunca creí que pudiera hacerlo. Pero os odio con toda mi alma. Os odio día y noche, segundo a segundo, paso a paso. Desearía volver al principio y no nacer. Esta vida con vuestras restricciones y mi fracaso es innecesaria. Podríais haberlo hecho normal y no equivocaros en vuestras decisiones que a la única a la que han marcado es a mí.
Y luego esto. ¡Qué clase de broma irónica es esta!

Al menos allí te matan y ya está. No fingen que no pasa nada. No fingen la ausencia de tema por negarse a enfrentar una aceptación inequívoca y eternamente hipócrita.
Quiero mi privacidad. Vosotros me la arrebatáis y no os dais cuenta que cada entrometimiento sucumbe en un año de silencio. Porque sois inútiles y absurdos. Sois lo que siempre he odiado y que siempre odiaré. Podéis tener amigos e incluso hermanos, pero un hijo es un fracaso.
El fracaso es el mío, por tener a desconocidos que han llegado al único papel. El papel de poner papel.

Si supiérais lo que siento. Si tuviérais una mínima idea de lo que pienso. Os daríais cuenta del gran fracaso al que habéis llegado como educadores y como personas. Si la mala suerte no nos hubiera unido con un doloroso hilo de diamante inquebrantable, seríais personas a las que con frecuencia me atrevería a evitar. Pero los sueños son lo que son.

17/8/14

Aislamiento

¿Qué está bien y qué está mal? ¿A quién hablar? ¿A quién contar? Preferencias establecidas con un código de honor particular. Datos informativos. Los motivos son propios. ¿Qué es aprovecharse? Ser favorable a uno mismo. Serlo al mundo. La felicidad se renombra como egoísmo. Mentiras que nadie cree. Evidencias impronunciables, invasiones reiterativas.
Las decisiones de los ratos libres. Mis decisiones. Mi futuro. El momento de tomar una salida, de definir quién soy. De escuchar después de actuar y de actuar después de escuchar.
Mi decisión definitiva. Evitar daños colaterales sin devueltas generosas. Evitar contratiempos, evitar agobios.
La paciencia, mi contención. Necesito un aire de contemplaciones. Necesito tiempo para no huir. No quiero equivocarme, voy poco a poco, pero paciencia. Solo eso, paciencia. No tires de los hilos que sabes que puedes romper. No me manejes con tus sonrisas y emociones. Yo no lo haré.
Romperé despacio los materiales de construcción, moveré hilos lentamente hasta dejarte fuera y sin dolor. Deja de mover los míos, al menos durante un tiempo.
Después de esta maraña de líos voy a centrarme. Lo estoy haciendo. Lo haré, me centraré. Deja de importunarme, déjame tiempo. Dejadme tiempo.

15/8/14

De nuevo a la rutina

Como si llegara y besara el santo. Ya podrías llenar el sonido con el silencio, como siempre haces, pero podrías llenarlo de verdad. Llegar recordando mi irritación, mis deseos de irme lejos, dejar todo atrás y olvidarlo todo. Olvidarlo todo para olvidarme de ti. De tus opiniones impuestas, de tus estúpidos detalles inútiles que ni siquiera me gustan.
Llenando mi aire con gases nostálgicos y sentimientos que quiero dejar atrás. Aguantaré hasta que pueda ser libre, aguantaré hasta que pueda darte la espalda y solo dejar atrás un banco cuyas transferencias me unan a ti como único hilo conductor hacia los años que me estás haciendo pasar.

14/8/14

Reubicando inquilinos

No puedo evitarlo. Es algo que está dentro de mí, que entró demasiado y que dejé entrar sin pensar. Mis lágrimas caen sin motivo, sin que se entienda, sin conocer.
El segundo paso está dado, pero no por ello deja de ser doloroso. Tu mano, tu pregunta, mi indecisión frente a la respuesta y unas palabras inseguras que salen de mi boca.

No te quiero como antes, lo hago más de lo que desearía. Por eso me dejo de idioteces y utopías. Me dejo de soñar con algo que nunca tendré, me dejo de pensar en el aire que queda detrás de tus palabras.
Eres lo que debo dejar atrás, eres las palabras malinterpretadas, eres lo que me hace llorar sin saberlo. Ahora. Entre tanto dolor que me desgarra y me atrapa entre cuatro paredes que parecen alejarse poco a poco de mí. Hasta dejarme sola en la oscuridad, llorando por alguien que me quiere.

Pero me he hartado de sufrir. Me arranco la flecha sin titubear y soportando este corto e intenso dolor que me dejará una cicatriz. Lo hago para continuar, para dirigir mi vida, para dejar que esta poca luz me ciegue y no me deje ver más allá de lo que hay. Porque lo que queda es nada.

Ahora continuaré, me levantaré de este charco de sal y daré un nuevo paso. Un paso que me acercará más a ti, a tus comentarios, a mis sonrisas y a un baño celestial que deseo probar contigo. Porque ya sé lo que quiero. Y solo te quiero a ti.
Y es que para atrás van los cangrejos, no los gorriones.

Hablando de retrasados

Los planes nunca salen como estaban previstos, pero es que lo tuyo no es normal. Tu sinceridad y tu indecisión momentánea nublada por las respuestas que nunca vas a obtener te llevan a los casos extremos. Las preguntas banales junto a frases insensatas. Tu inteligencia tan buena para casos externos, pero tan frágil e invisible a la hora de decidir. A la hora de dar pasos importantes.
En esos momentos viene la burla constante, te pone a prueba y tú le sigues la corriente.

Solo queda el consuelo de que lo acabaste. Un final con despedida, pero un camino con intermediarios. Una tarde entera en tres minutos, por tus no-contrarios. Aún así, lo acabaste. Pero no sin miradas perdidas de por medio.

Y es que eres increíble. Me entran ganas de golpearte hasta dejar una mínima esfera de ti y abrasarla en las llamas hasta que tus gritos se queden sin ganas.
Rompería cada centímetro de tu cuerpo para obtener algo de sangre fría, porque aunque te empiece a hervir esperando la hora, parece que los jarros de agua fría solo necesitan un leve golpe para dejarte sin movimiento y dejar perder el único momento que podrías haber aprovechado antes de cambiar de estación. Anormal.

12/8/14

Cualidades

La voz celestial, abrumadora, suave. Como la del teatro, como la que reconoceré si vuelvo a oír dentro de mil años. Una voz dulce, tierna, que deseo atrapar. Deseo grabarla en mi cabeza y poder escucharla cada vez que me apetezca. Esa voz. Su voz. La que al sonar obliga a mis ojos cerrarse para escuchar y deleitarme con cada sílaba pronunciada. Cada consonante remarcada, cada enfado suavizado.

Es una voz que complementa la expresión ocular. Esos ojos oscuros y profundos que me desnudan el alma con cada mirada lenta y paciente. El negro me atrapa, me impide moverme, me obliga a dejar de respirar para evitar pronunciar una sola palabra que rompa con el silencio. Con esos ojos que me analizan sin llegar a nada que poder pronunciar. Una mirada que no recuerdo, pero que me sigue dejando sin aliento.

¿Y qué decir de la risa? Esa risa cuyo cariñoso objetivo sigo siendo yo. Esa sonrisa perfecta que un dentista esculpió como si del mismo Miguel Ángel se tratara. Frases estúpidas sin sentido ni gracia que me devuelven la sonrisa. Que me hacen llegar con ella a casa.

Su ternura, su cariño, sus intentos vanos de hacerme reaccionar. Su lejanía presente. Los años de por medio, pero su abrazo sobre mí. La primera que me apoyó mucho antes de yo saber que necesitaba apoyo. La primera que vio mi dolor, siglos antes de que yo misma lo viera. La primera que perdí y la que quiero recuperar.

Su elegancia, su finura, sus años de caos y su sonrisa persistente frente a unos insensatos adolescentes. La incomodidad placentera de ocupar a solas el mismo salón, la misma habitación y mis pequeñas mentiras.
Cada año y no llega a la hora, pero mis palabras siguen siendo sinceras y no acabarán hasta el día en el que olvide tu mano cerrándose sobre mi muñeca. Hasta el día en el que no rechace ese gesto a manos de un desconocido, hasta que mi mirada de reojo se desvanezca contigo.

Sin querer te he metido en esto. Sin preguntas no hay respuestas, pero mi pregunta no llega a concretarse. El cariño desolado que necesito y unos besos o palabras que me devuelven a la niñez. Me devuelven a cuando alguien me abrazaba sin motivo alguno, a cuando yo lo devolvía y quería más.
Y el sentido se pierde entre las palabras. Se pierde en ti. El problema es que no sé quién eres.

10/8/14

Y ya son 7

Esta tarde unas seis. Esta mañana otras cuantas. Preguntas, preguntas y más preguntas. Y ninguna de ellas para saber cómo me siento. Sigo sin entenderlo.
El peso de una pregunta importante se reparte entre trescientas superfluas que solo me irritan por ser las mismas de siempre.
Solo me pregunto yo. ¿Por qué?
Cada palabra encadenada por mis miedos, por la necesidad de privacidad. Por la necesidad de ser libre y decidir cómo, cuándo y a quién hablar. Cada cuestión que alargar por unas ganas inmensas de dejarlo estar. Planteándome nuevos caminos, planteando cosas que no están. Todo es un sinsentido.
Odio el silencio. Prefiero los gritos, lo haría todo aún más fácil. Me haría sacar este resentimiento que llevo conmigo. Haría que las cosas estuvieran más claras, se plantearían los problemas y se resolverían de una manera u otra.
Pero lo que más odio es ese intento absurdo de evitar el silencio con preguntas que sobran, preguntas cuyas respuestas vienen dentro de la misma pregunta. Preguntas que me entran ganas de arrugar y tirar a la basura. 

Son esas preguntas las que me han hecho abrir los ojos. Únicamente me siento fuera de lugar aquí. Fuera puedo defenderme y evito aquello que no quiero. Pero aquí no puedo evitar nada. Forma parte de mí. Y es que es algo que no entiendo. Que ni siquiera yo entiendo. Que desearía entender, porque me haría las cosas más sencillas. Es como soy, lo que soy. Y los ojos de decepción y autoengaño entienden más que mi cabeza. Entienden más que el día de hoy, con sus conversaciones pendientes, con sus decisiones por tomar y con mi empeño en esperar al día. Esperar a que vuelvas a hacerme dudar, a que vuelvas para complicarme la vida. Esperar a ver si eres capaz de hacerme olvidar que he llegado a desear que nunca hubieras aparecido en mi vida.

Es una contrariedad. Hay capítulos buenos y otros no tan buenos. Este en concreto creo que es malo. Pero mañana las decisiones seguirán sin estar tomadas. Los impulsos de decir, ¿cómo seré capaz de hacerlo? cuando realmente la decisión ya estaba tomada nada más aceptar. Nada más arrancar el coche y conducir hacia lo desconocido. Conducir hacia algo que durante el camino era algo lejano y que a cada kilómetro parecía menos seguro.
Se cometen errores, el problema es cuando una vez escogidos los caminos, sigue sin haber una seguridad plena para clasificarlos como error. Se clasifica como algo desconocido que quizá criticarías a tus enemigos, pero que al experimentarlo con cierto recelo final, lo dejas como algo que no se debe repetir. Pero no algo erróneo, ni algo que haber rechazado si el tiempo te hubiera devuelto al segundo antes de decir que sí.

9/8/14

Palabras feas

De palabras feas se llenó mi vida. La hipocresía parece no tener límites, puede llegar al extremo y seguir más allá. Buscando un horizonte inalcanzable. Buscando historias que hace poco descubrí. Mentiras y vaciles. Groserías que dicen la verdad, pero al fin de al cabo groserías. 
La elegancia de las palabras se las llevó el alma consigo. La verdad es así, pero no contada de esa manera. Tanta poesía para terminar acabando siendo lo mismo de siempre, un tío más que no es capaz de ver más allá y hablar de sentimientos sin romper la paz que construye con tanta dificultad la delicadeza de las palabras bien usadas.
Luego dirán, pero es que por más que intento hablar en serio, vosotros recurrís a las burlas y a lo bruto matáis la conversación llevándola al tono de la hombría y la escasez de lágrimas. Pero me da igual, las palabras son palabras y en esa lucha sé que venceré con constancia.
A ti te esperan unos días, porque necesito pensar y hablar. Todo llega como una gran ola. La estoy viendo desde aquí y sé que me va a llevar para alante, pero todavía está lo suficientemente lejos para decidir a quién recordar y por quién luchar antes de que todo se vuelva en contra mía.

No me apetece

Me apetece que vengas y me beses,
que me digas qué guapa eres.
Me apetece sentir algo diferente al asco,
me apetece querer y dejarme querer.
Y abandonar esta incomodidad
y buscar algo de amor, del de verdad.
Y es que el cariño entre desconocidos
es lo único que me queda a parte de estar contigo.

Me apetece que me abracen. Me apetece que me abraces.

7/8/14

Contigo

Y es que realmente te echaba de menos. Echaba de menos esos chistes malos, esas ganas irremediables de reírte de mí, ese saludo tan característico que me recuerda a ti. A tu compañía, a mis ganas de tenerte cerca.
Me quedé mirando. No pude evitarlo. Me quedé mirándote. Mirando esos ojos que el sol había aclarado. Esos ojos de un verde veraniego tan cálido y reconfortante. Me quedé embobada viendo cómo te arreglabas el pelo. Y es que no lo pude evitar. No sé qué fuerza me hizo no poder apartar la mirada de ti. Pero lo hizo.
Te echaba de menos y hoy también lo hago. Y es que ese cariño que me das, ese apoyo, esas ganas, esa libertad.  No sabría explicar cómo hemos llegado hasta aquí y es que aunque tú no lo veas, o no lo quieras ver, yo me siento bien. Aquí,  contigo, a tu lado. Soy feliz. No estoy plena, pero soy feliz. Y es una felicidad y una seguridad que nunca antes nadie me había dado. Nadie hasta que llegaste tú. Solo me queda decirte dos palabras, susurrártelas al oído y quedarme acurrucada en tu vientre. Sintiéndote y deseando tocar cada esquina de tu cuerpo. Deseando que algún día te dejes desear.

Cuatro años de engaño

Cómo cambian las opiniones cuando le toca a uno el problema. Porque claro, es un problema. Y resulta que no es mi problema. No es el problema que me invento, no son las incomodidades que provoco por ser como soy. No es eso, ¿verdad? 
Porque te quiero igual, te trato igual, sigues siendo la misma. Solo cambia el pequeño detalle que te hace querer tirarte a todo lo que tiene una mínima posibilidad de dejarse tirar.
Cada salida termina igual. La última con una pregunta que me provocó un enfado absurdo, pero que ahora entiendo la razón. Y es que tú puedes tener mil amigos. Puedes hablar con ellos, reírte, cucar ojos y ser quien eres. Porque tú los tratas así. Tú conoces a alguien nuevo y tonteas de forma consciente sabiendo que solo quedará en eso. Porque tu manera de ser es así. No tonteas por ser un microondas. Ni siquiera eres un microondas inconsciente. Eres así y punto. 
¿Y sabes quién te miró mal? La esquina de siempre, las dos antigüedades que por no sé qué estúpido motivo seguimos guardando aquí.
¿Y sabes qué hice yo? Seguir como antes, como si eso fuera normal, porque lo es. Nunca se me pasó por la cabeza llamarte microondas, pero hoy me entran unas ganas irremediables de llamarte gilipollas.

Mi problema existe. Hubo un segundo en el que pensé que todo estaba dentro de mi cabeza, que eran invenciones mías. Pero no. Mi problema es real y tu puñetera mentalidad me reafirma que el mundo ya no me trata normal. Y sé que el mundo es algo a lo que no le doy la más mínima importancia. ¿Pero tú? ¿Por qué tú?
Me sentí feliz de saber que seguías a mi lado después de saber quién soy. Pero hoy por fin me he dado cuenta de que sigues a mi lado, pero de forma diferente.
No creo que llegues a darte cuenta de lo doloroso que es ver cómo se aparta de tu lado al bailar cuando hace un año casi se subía encima. No creo que llegues a darte cuenta de lo doloroso que es verte pedir permiso cuando sabes que mi respuesta será afirmativa ante el humo de tus celos insensatos. No creo que ni si quiera llegues a apreciar lo realmente doloroso que es ver tu cara de advertencia tan inescrutable y darme cuenta tras la pregunta "¿Ha pasado algo?" de lo que querías decir en un primer momento.
No sé si es por lo que soy o por lo que no soy. Lo único que tengo claro es que no me conoces. Ya no. Crees que estoy tan desesperada o crees que estoy tan sola o  simplemente crees que no hay nada en el mundo a parte de mí, que en cada mínima posibilidad, en cada mínimo brillo de luz que aparezca me voy a tirar a la primera de cambio sin sentir y sin pensar.

Te odio. Ahora mismo te odio. Y es que no puedo hacer otra cosa. Porque odio que tú, exactamente tú, me hagas sentir así. Me hagas sentir diferente y sin cerebro. Me hagas sentir el mismísimo demonio por ser como soy. Odio que hayas pensado la posibilidad de lanzarme a algo que ni se me había pasado por la cabeza. Odio que me creas tan insensata y tan lujuriosa. Odio que hayas dejado de conocerme. Pero lo que más odio es no haberme dado cuenta antes.

5/8/14

Monstruo de ojos verdes

Y ya está. Y me cabrea. Me cabrea el hecho de que me cabrea. ¿Por qué me cabreo? ¿Por qué narices me cabreo?

Parece un puñetero triángulo amoroso entre personas que ni se hablan. Parezco una imbécil imaginando triángulos cuando ni siguiera hay una recta que divisar. Ni siquiera hay un diminuto segmento en el horizonte. No queda nada. Pero ves una foto, ves una petición y tu mundo se vuelve a desmoronar. Vuelves a sentir esa irritación por lo que perdiste, por lo que dejaste ir.
Si quieres ver, invita. Es así de claro, pero sigues buscando y descubres el verdadero motivo de esta situación. La persona que sustituyó ese espacio apenas visible en el que te encontrabas tú.
Este vaivén de pensamientos, esta indecisión, este estúpido recuerdo que se ha atrevido a irrumpir de nuevo. 

Con lo clara que son las cosas y el miedo que tengo a saludar. Miedo a tomar un café y cerrar las cosas. Cerrar los problemas de una vez, ser adultos y poder mirar a la cara. Aunque sea durante más de un segundo.
Desearía ser capaz de dejar todo a un lado, dejar el resto del mundo a parte y hablar contigo, cara a cara, decirte que te quiero y que te echo de menos. Desearía ser capaz de terminar con un abrazo, de despedirme y dejarte volver a tu mundo. Desearía simplemente tener la oportunidad de decir adiós; porque lo necesito.

4/8/14

En el mismo punto muerto

No lo entiendo. La rabia irracional se vuelve a apoderar de mí. Solita me lo busco, pero no puedo evitar intentar sentirte cerca. Creer ingenuamente que sigues ahí, a mi lado, diciendo que te da igual, que sea como sea me vas a seguir queriendo hasta el final.
Folios y folios que se acaban y vuelvo a leer. Estúpidas frases guardadas que me dan un puñetero brillo de esperanza. Siete palabras que me impulsan a buscarte, a encontrarte y a ver de qué te rodeas.
No te conozco, eres una extraña para mí y te extraño más que nunca. Desearía romper esa estúpida distancia que hemos construído entre las dos. Desearía volver a encontrarnos y desearía ser lo suficientemente valiente como para dejar las historias del pasado donde deben estar, en el pasado. Me acercaría a ti, te volvería a mirar a esos preciosos ojos verdes y te preguntaría cómo te van las cosas.
Olvidaría la compañía irritante que sigo encontrando a tu alrededor y me centraría en poner un punto y final a todo esto. Terminaría con los puntos suspensivos que tanto se me clavan en el alma cada vez que apareces, cada vez que te nombran, cada vez que entre incienso apareces a unos metros y ambas fingimos no haber visto nada.
Y me mata. Me mata verte, me mata verla, porque ese verde adoptado es el mismo para mí. Me mata esto. Y más me mata el saber que si te vuelvo a ver, seguiré comportándome como la niña cobarde que he sido durante toda mi vida y te dejaré ir, sin ni siquiera un hola de por medio.

2/8/14

De rama en rama

Y más que una extraña. Mis cosas, mi espacio. El que nunca he tenido y ahora ha cambiado. ¿Dónde quedó la delicadeza?
Busco en la repisa de siempre y no está mi papel. Ni siquiera hay repisa. No soy la única que me quiere fuera de esta casa, pero nadie tiene el valor para echarme. Nadie tiene el valor para decir la verdad, para plantarla en medio y mirarla a los ojos. Solo queda escribir, y ya ni eso.

No me salen las palabras, el papel sigue lleno de nada. Como yo ahora. No tengo nada, no tengo ideas, no sé responder. No tengo espacio para escribir, para escribirme. Se entrometen y yo me dejo, por culpa del atractivo que ven mis ojos. Por culpa del cariño que los desconocidos me dan. Por culpa de los ansiosos de conocimiento, de los que buscan comprender lo incomprensible. Los que buscan entender mis actos cuando ni siquiera yo soy capaz de entenderlos.
No siento nada. Hago estupideces y no me arrepiento. Pero es que ahora ni siquiera mi garganta siente arcadas al recordarlo. Los besos desconocidos son tan nimios que no producen nada. No producen el asco de besar algo agobiante, ni la incomprensión de algo desconocido y mucho menos la escalofriante sensación de un recuerdo permanente.
Simplemente nada. Sigo sin entender el atrevimiento, pero sí el motivo. Entiendo el rechazo a repetir y entiendo mi comportamiento. El cuerpo ha dejado de ser algo importante, algo que valorar o cuidar. El tacto físico solo produce dolor y nada que volver a repetir.

La desgana de mi cuerpo aumenta y las locuras y sandeces no hacen más que multiplicarse ante ciegos testigos creyentes de las sombras.
No puedo dar explicaciones, solo atraerte a un mundo de habitaciones sin luz, habitaciones sin puertas. Habitaciones que ni yo misma conozco y que no puedo explicar.

Hoy he recuperado el tiempo perdido sabiendo cuál sería el resultado. Ya no más asentimientos ni búsqueda de algo equivocado. No sirvo para ser esa persona. No disfruto con esas cosas aunque sea el camino fácil. El camino de los sencillos.
Desearía poder tomarlo, pero no puedo engañarme, no es lo que quiero. No es lo que me hace feliz, ni siquiera lo disfruto.
No disfruto una hora de distinciones y liberalismo, disfruto un minuto a solas. Soy feliz con un simple vídeo, un minuto que me revive cada risa y que me recuerda el camino que quiero elegir.

Soy feliz con vosotros, sentados en mitad de la nada, con un dolor insufrible, con un frío interminable, viendo luces que no le importan a nadie; pero con vosotros.
Con vuestro tacto, vuestra respiración, vuestros silencios y vuestro cariño.
Soy feliz descubriendo lo ya conocido, soy feliz sabiendo que mi corazón necesita un nuevo hueco. Soy feliz sabiendo que la vida son las personas. No soy yo, sino yo con las personas. Pero con las de verdad.
Hoy me planto y digo, sé lo que quiero.

Las locuras son locuras por eso, pero no me llevan a nada, ni siquiera en el momento. Son cosas que se hacen por probar, por saber si es cierto. Si es cierto lo que dice esa voz de dentro. Pero no, hay una segunda voz más suave y débil que la anterior, diferente a la de la razón y más sabia que ésta segunda.
Es la época de las locuras, pero solo llena la compañía.

No sé por qué le doy tantas vueltas, en blanco y en botella...

Que sí, que es así. Que yo lo sé, que tú lo sabes, que él lo sabe y que el resto del mundo también. Que son cosas que se saben, pero no se dicen. Que son cosas que se quieren oír, pero yo mejor las escribo. Que es algo raro, teniendo en cuenta mi definición de raro.
Que es algo que me encanta y que me asusta a la vez. Porque es algo que me asusta porque me encanta. Es algo nuevo, intenso, rápido y con falta de tiempo. Es algo que quiero seguir construyendo aunque estés tan lejos.
Es algo que nadie esperaba, y mucho menos yo. Es algo que me cuesta reconocer por el miedo eterno a mis sentimientos, pero es algo inevitable y que tú ya sabes.

Y es que aunque no haya llegado ni siquiera a un par de semanas, sería un autoengaño evitar la frase te quiero. Y me da igual el resto. Incluso mi voz pregrabada hace tiempo que lucho por eliminar.
Es así, no hay más. Las risas, las historias, los momentos y las anécdotas.
El hecho de conocer a alguien nuevo, pero conocerlo de verdad. El hecho de conocerte y haberte incluido en tan poco tiempo en el círculo de amigos próximos a obtener una parcelita del bombeador de sangre. El hecho de todo esto.

Eres algo sorprendente que apareció de repente y se fue sin despedirse. Pero sobre todo eres algo único que me niego a perder por unos escasos kilómetros de nada. Porque, ¿qué es media España después de haber recorrido un cuarto a pie?

1/8/14

Borradores

Es el final. Siempre llega, con una despedida o sin ella. Con un hasta luego que parece convertirse en adiós por cada día que pasa.
Recuerdos de hace siglos que repetiría incansablemente. Repetiría el dolor por el hecho de sentir placer cuando acaba. Repetiría risas, repetiría encuentros. Repetiría palabras forzadas que escribo con el único fin de olvidar que estoy aquí. Con el único fin de recordar que durante menos de dos semanas llegué a ser feliz. Llegué a ser feliz en compañía de un hombre de mi vida y en compañía de unos míseros euros diarios.
Fui feliz mientras mi cuerpo pedía descanso. Fui feliz a sabiendas de que me quedaban horas y horas antes de llegar a mi destino. A sabiendas de que debía continuar, no porque mi cuerpo quisiera, sino porque quedarme en medio significaría una derrota, nuestra derrota, no la mía.
Y escribo por inercia y con miedo a la decepción. Escribo porque sé que debo escribir, porque sé que la espera valdrá la pena y el recuerdo de estas palabras no me hará olvidar que te debo una explicación.