28/2/14

Tú a Londres y yo a California

Esto sí que es nuevo. Creo que es una de las primeras veces en las que no tengo ni la más remota idea de lo que estoy haciendo. Me veo rodeada de elecciones y parece que intento optar por todas ellas a la vez.
Estoy aquí en medio, sin saber qué pasa con el mundo. Es como si estuviera en el centro y todos me miraran esperando una respuesta, ¿pero una respuesta a qué?
La gente me marea, me confunde y nadie es claro con las palabras. Y lo odio. Prefiero escuchar algo que no me guste a estar así, parada sin saber qué puñetas pasa con todo.
Si quieres, bien; si no, también, y si no sabes pues plantea tus dudas. Pero haz algo. 
Yo no puedo elegir algo que no sé que puedo elegir. No puedo tomar un camino que no sé si quiera si existe. 
Me limito a disfrutar, a reír, a aprovechar mis horas libres para quedar. Es lo que ahora toca, sin pensamientos de futuro ni preocupaciones innecesarias. Pero quiero que dejes de marearme. Quiero que las cosas sean como son, sencillas, sin que nadie las malinterprete ni las deje en el aire a gusto de cualquiera.
Sé el camino que debo tomar, pero solo necesito saber que existe algún camino. Solo necesito que alguien me diga la verdad y confiar en que esos caminos existen.

23/2/14

La vida se merece sonrisas

Nunca llegaré a serlo. Lo sé. La gente nace para una cosa o para otra. Yo nací para ayudar, para apoyar, para hacer que la gente se sienta importante. Nací para organizar días dedicados a un individuo. Nací para observar cómo la gente puede llegar a sentirse importante.
Yo no lo soy. Podría pensar que sí y hacer caso omiso de las palabras ajenas. El problema es que no puedo hacer caso omiso de la realidad.

En casa soy una decepción. En la cancha una palmera. En clase una incomunicada. En la calle una borde. En la pista una "calientapollas".
Pero la realidad es que nadie me escucha. La gente solo oye lo que quiere oír y estas son las etiquetas que han plantado. Lo son. Y siempre lo serán. No saldré de las fronteras de mi cometido. 

Quise ir en contra de la natura y crear un día para mí. Un día en el que yo fuera esa persona. Lo intenté una y otra vez de forma inconsciente y sin ver que todo siempre se venía abajo. Hasta que lo intenté por última vez. Lo intenté de forma plausible. Me preparé para ser la mejor anfitriona organizando eventos y encuentros. Nada podía fallar. Ése sería el día en el que yo, mi individuo interno, sería importante.
Pero me equivoqué. A unas pocas horas de dar comienzo a ese día, todo se fue al traste. Los seres queridos, las personas que se supone que uno debe recordar en los últimos minutos de vida, desaparecieron sin culpabilidad. Giré la cabeza y no había nadie. Absolutamente nadie. Estaba sola en mi día importante.
En ese momento me di cuenta de que la única persona a la que yo realmente le importaba, era yo misma.
De entre los siete mil millones de personas que hay en el mundo, solo hay una que estuvo conmigo ese día que organicé con tanto anhelo. Yo.

Entonces comprendí. La única persona que se merece mi respeto, mi confianza, mi apoyo, mis palabras, mi cariño y mis escasas muestras de afecto y comprensión, soy yo.
Ninguna otra persona viva o muerta se merece nada. Ninguna otra persona que pueda creerse merecedor de algo por mi parte, tiene el derecho a exigir nada.
Nadie, absolutamente nadie es importante para mí. Solo me debo a mi misma. Y aunque hayas escuchado mis quejas, aunque me hayas sostenido la mano, aunque me hayas abierto un mundo de posibilidades, aunque creas estar en esa lista de seres queridos a los que recordar el día de mi muerte. Solo te diré que no eres importante para mí. Y más aún, te diré que yo no elegí dejarte fuera de mis prioridades, fueron tus actos los que me llevaron a esa conclusión.

22/2/14

Gran día

Con trabajo y constancia las sonrisas se alcanzan. Y no solo se alcanzan. Se mantienen durante días y días. Gracias por esas sonrisas. Porque las sorpresas vienen así. Nuestros cambios nos sorprenden y nos convierten en desconocidos.
Desconocidos para la amargura y la tristeza. Desconocidos para esa soledad encharcada donde nos revolcávamos como cerdos.
Sorpresas, sorpresas. Sorpresas de las buenas. Al fin estamos donde queríamos. Al fin hemos conseguido lo que quieríamos. Hemos conseguido lo que dolía conseguir; pero la felicidad se ve allí, tras toda esta maraña de sentimientos, culpas, ingenuidades y torprezas. La felicidad está ahí y ahora soy capaz de verla, porque al fin he abierto los ojos y no he tenido miedo de lo que podía ver.

Compartiendo momentos

Que no es más que piel entre mis dedos. Dudas sobre mi alma. Ansia de un final. El que sea, feliz o triste, pero final.
Cada centímetro que nos separa, cada contacto en mi cuerpo.
No puedo odiarte, no tengo derecho; pero desearía hacerlo. El odio sería irracional y descriptivo. El odio sería la prueba definitiva. 
Desearía odiarte, pero no quiero hacerlo. Solo quiero dejar de desear. Desearte cerca o desearte lejos. Solo quiero olvidar tus ojos, tu sonrisa, tus labios sobre los míos.
Solo quiero ser práctica y visitarte de vez en cuando. Como si de un familiar cercano se tratara.

Y creo que lo consigo.

¿Estás entre ellos?

Te escribo a ti. Busco respuestas y me duele. Déjame ir.
No hay problema. Déjame ir, dame la oportunidad. Te lo suplico.
Necesito hablar y que me escuches. No quiero letras, no quiero insistencias. Solo escúchame, por favor. Escúchame por un momento y entiende mis palabras. Entiende mis sentimientos. O finge entenderlos, pero hazme creer que estás aquí.
Escucho el silencio. El aire me habla. Siento el viento abrazándome, las gotas de lluvia me besan la cara.
Las ramas de los árboles me arañan.

15/2/14

Comedias

Y lloro y lloro. Lloro por dentro y no puedo más. Los días pasan y yo solo veo a la gente caminar a través de mi ventana. Veo a la gente crecer, sonreír y llorar. Veo a la gente vivir.
Vivo a través de sus vidas, a través de mi ventana. ¿Y para qué?
Un amor no correspondido, una amistad perdida, un compromiso echado a perder y consejos a la nada. Consejos y apoyos que no sirven de nada, pero que salen de mí. Para creer que soy útil.

Os envidio. Os envidio con vuestras peleas y vuestras sonrisas. Con vuestros gritos ensordecedores y vuestros abrazos reconciliarodes. 
Yo sólo aquí tengo una silla y mil papeles. Papeles que expresan lo que siento y lo que no. Papeles con letras y símbolos desconocidos para la mayoría y que solo servirán para una mínima parte de aquellos que los entienden. Y esa mínima parte está a años luz de mí. No hay ni capacidad ni ganas.

Sólo me mueven notas y ritmos que creo nunca serán míos. Se alejan cada vez más de mí y yo sólo quiero desaparecer en mi sombra. Sólo quiero salir sin despedirme. 
Sólo quiero saltar por esa ventana sin avisar. Quiero sentir el viento en mi cuerpo sin remordimientos y sabiendo que los que van a mirar a través de los cristales rotos sólo sentirán pena por mí.

11/2/14

Qué darían por un tuerto

No entiendes nada. No sabes nada. Sólo te quedas ahí con tu sonrisa compasiva creyendo ayudar a quien lo necesita.
La gente a veces no quiere levantarse, no puede levantarse. A veces las situaciones superan a las personas y éstas sólo quieren sentir el frío suelo sobre sus espaldas. A veces ese frío es lo único que recuerda que el cuerpo puede sentir.

Pero sigues sin entender nada. Piensas que ayudas a los demás cuando lo único que te compromete es tu beneficio. El beneficio de colgar medallas llenas de polvo sobre un cuello de dirección errónea.
El dolor es un secreto guardado en una falsa puerta escondida tras un armario. El dolor es algo que nadie comprende, ni siquiera quien lo sufre. Pero tú, en tu superioridad crees comprender ese dolor, crees descubrir esos secretos a través de miradas y escuchas poco frecuentes. Crees tener la llave de esa puerta cuando en realidad esa puerta no tiene ni si quiera cerrojo.
Lo único que te acerca a entrever por la mirilla es preguntar por la verdad. Pero nunca lo harás, porque la verdad duele y sabes que ésta te dolerá aún más. Sabes que con esta verdad no habrá vuelta atrás. Tienes miedo porque puede descubrirte quién eres y eso no lo soportarías.

6/2/14

Para ti el sofá

Hoy he soñado algo extraño. La única persona que he reconocido es alguien al que veo de vez en cuando, pero que no es importante en mi vida.

Ambos estábamos juntos y buscábamos a alguien. Una tormenta se avecinaba y el agua empezó a caer. Se formaron ríos y las calles se volvieron peligrosas. Nuestra búsqueda se adentraba en esas corrientes violentas y yo dudé. No sabía si subir por esas peligrosas calles o esperar a que la tormenta amainase.
Solo dudé en mi interior, pero no hablé de mis dudas. Mi compañero me alentó sin miedo, como si no existiera peligro. De repente, recordé que mi compañero era un gran aventurero, pues se dedicaba, junto con un amigo, a aterrizar con un paracaídas hecho por él mismo.
Sin pensar y sin recordar las dudas anteriores, lo seguí.
Subíamos entre rocas y palos. Buscábamos los mejores apoyos y llegamos a un llano donde el agua quedaba a varios metros debajo de nosotros.
Llegamos a una especie de estación donde los trenes iban y venían. El hueco entre las vías era estrecho y teníamos que estar muy atentos de nuestras espaldas para no ser arrollados por alguno de esos trenes. Comenzamos a avanzar, pero en un momento dado, varios trenes se abalanzaban hacia nosotros. Los trenes iban acompañados de una gran ola y no teníamos escapatoria. Los dos nos miramos y nos pusimos de acuerdo a través de los ojos. Nos dirigimos hacia el precipicio que limitaba esa estación y nos lanzamos.
En ese momento sentí la muerte sobre mí. Sabía que había llegado el fin y que ese salto solo significaba retrasar unos segundos mi muerte. Recordé lo bueno de mi vida y acepté con resignación que todo iba a acabar. La muerte me esperaba, pero sentí una gran felicidad al comprender que la excitación que acabábamos de vivir valía la pena.
Giré la cabeza y vi a mi compañero pensando con una sonrisa en los labios: "qué bien nos vendría ahora uno de tus paracaídas".
Y no sé si fue mi pensamiento o su extraña manía de llevar consigo siempre cosas innecesarias. Pero se acercó a mí en pleno vuelo, me enganchó con sus arneses y abrió el paracaídas. La muerte tendría que esperar, pero esa excitación de ver cómo todo se acaba, siempre quedaría guardado en la caja de sentimientos para recordar.

Fue un sueño extraño con un final superfluo que no voy a contar. Mi reflexión viene a cómo este sueño me recuerda una vez más qué es lo que quiero en mi vida.
Quiero vivir, tener experiencias extremas, hacer que mi corazón lata tan fuerte que parezca salirse de mi pecho. Me dan igual los peligros, estoy harta de la aprensión. Prefiero arriesgar y sentir, a sentarme a ver cómo otros sienten.

Simple

¿Quieres que hablemos de sentimientos? Pues hablemos. Hablemos de mis días y de los tuyos. Hablemos de mis ilusiones y de tu corazón. Tu corazón que late, que está donde quiere estar.
Hablemos del límite de mi estupidez, que día a día parece llegar más lejos. Ríete en mi cara, ya es habitual en los que me rodean. Te puedes reír por lo que soy, te puedes reír por lo que no soy, o te puedes reír de mis ojos. Esos ojos que parecen gritar al mundo diciéndole que soy un buen objetivo para la burla. La burla de todos. Los habituales desconocidos que me critican y me juzgan ahora se ven acompañados por los señores del círculo. 
Si únicamente fuera un señor, se podría sustituir fácilmente; pero parece que se avecina un golpe de estado y la unión me señala y se ríe. Me hace creer que tengo algo. Algo importante que parece decirme que la vida me sonríe. Pero no es verdad. No es cierto. Es solo mi ilusión alimentada por los crueles vestigios de mis errores. Esos errores que se repiten por creer, ingenua de mí, que la confianza existe en los dedos de una mano.
Pero la confianza solo es un lazo que está destinado a romperse. Y estoy harta de que esas risas tiren más de él.

1/2/14

Despotismo ilustrado

No. Es una respuesta clara, pero la deformas a tu gusto. Si es que puedes deformar.
Este momento no tiene motivos. No tiene empuje. No tiene vida.
Horas insufribles entre desconocidos en casa. Minutos entre personas que no tienen nada en común. En medio de frases y razonamientos ofensivos e inhumanos, pero compartidas por el ambiente que me rodea.
Una cosa es ser diferente dentro del mundo, otra muy distinta serlo dentro del tuyo. 

Actos, principios, condenas, miradas. Todo por cosas que de cara al público hay que tolerar, pero de puertas para dentro se convierten en sufrimiento por algo que no debería ser así. Por algo que no debería estar ahí. Por algo que no salió como debía salir.
Lloran ante la impotencia de haber hecho todo y cuanto recomiendan para una buena formación, y no haber logrado la perfección. Llegaron a un resultado del que se avergonzaban. Pero no se dan cuenta que el resultado es el que realmente está avergonzado de ellos. De su actitud, de su hipocresía y bipolaridad.
Es vivir en un mundo construído en una dimensión totalmente paralela. Es tener que arrastrar todo ese mundo hasta el día de mi muerte sin poder hacer nada a cambio y quedando como una egoísta y cruel por intentar dejarlo de lado.

Es tener que sentir algo por ese mundo que me ata con un hilo invisible a los ojos de los demás. Es sentirlo y no poder expresarlo por evitar un abismo que se puede ver desde aquí.
Es sentir la brutal necesidad de salir de aquí. Cerrar la puerta tras de mí, buscar un nuevo techo allá donde el cariño sea cómodo. 
Sigue leyendo. Porque esto nunca acabará.

Mi sitio está allí, en la playa, a oscuras. Está entre "qué linda eres". Está entre risas absurdas. Entre pelucas y opiniones. Entre siestas y meriendas. Mi sitio está fuera. 
No necesito más dones ni abrazos. No necesito ganas de verme, ni favores no demandados. No necesito ramas a las que agarrarme, ni historias de amores ajenos.
No necesito vivir la vida de otros. Vuestra vida, vuestros cuentos, vuestras palabras que siempre he estado escuchando. Vuestras peticiones de consejos que solo puedo llevar a cabo a través de vuestros problemas, porque los míos no salen a la luz. Los míos se quedan estancados y desaparecen con el tiempo. Porque es lo que me han enseñado, a no hablar, a fingir. A ser felices mientras el mundo de mi alrededor se pudre.
A escuchar los gritos mientras que mis cuerdas vocales estallan entre tanta rabia.

Tú eres la que me levantaste, tú eres el que me acompaña en mi camino, tú eres la que me acerca a mi mundo, tú eres la que caíste por mi culpa, tú eres la que me besaste, tú eres la tragedia que se alejó. El resto no son nada. Son dolor, incomodidad, sufrimiento, desconfianza y gritos sordos.
Si con una mano me llega para eso, para qué demonios quiero el resto del cuerpo.